Es que tener te condiciona tanto.
Te pone en un lugar de acuerdo a la situación. Un situación privilegiada para realizar una acción. El después, si es buena o mala esa acción, es solo un juicio de valor. Una interpretación extraña al hecho en si, pero totalmente carente de objetividad. Tener te condiciona. Querer te condiciona a condicionarte. Una de cal y una de arena. Por eso te da y te quita. Porque la condición significa un estado. Implica un estado y por eso no podes tener el otro. Ahí es cuando empezas a flashear que la nada misma es el todo. Nosotros nos descabezamos por darle signficado a los resultados de nuestras condiciones.Somos adictos a condicionarnos. Adictos a la dualidad. A la contraposición. A la contradicción. Claro que siempre existe alguien a quien culpar. El tercero. Dios, karma, Diablo, Suerte, Maldiciones. Y siempre hay un salvador. Alguien que vio la luz. Buda, Jesús, Mahoma. Todos tipos normales. Tipos normales que se decidieron por no escuchar a su dios. Sino buscarlo. Dios no habla. Al menos no con palabras. Esas usamos nosotros, justamente, porque no somos dioses. Dios no te mira, solo te deja ser en sus ojos.
Después de las palabras, y antes de ellas... el silencio. Cuando realmente es silencio... Se alcanza el altar donde se produce la Teofanía.
ResponderEliminarEl dialogo de "Dios" con "Dios", en el hombre.
Sin palabras.