Es que tener te condiciona tanto.
Te pone en un lugar de acuerdo a la situación. Un situación privilegiada para realizar una acción. El después, si es buena o mala esa acción, es solo un juicio de valor. Una interpretación extraña al hecho en si, pero totalmente carente de objetividad. Tener te condiciona. Querer te condiciona a condicionarte. Una de cal y una de arena. Por eso te da y te quita. Porque la condición significa un estado. Implica un estado y por eso no podes tener el otro. Ahí es cuando empezas a flashear que la nada misma es el todo. Nosotros nos descabezamos por darle signficado a los resultados de nuestras condiciones.Somos adictos a condicionarnos. Adictos a la dualidad. A la contraposición. A la contradicción. Claro que siempre existe alguien a quien culpar. El tercero. Dios, karma, Diablo, Suerte, Maldiciones. Y siempre hay un salvador. Alguien que vio la luz. Buda, Jesús, Mahoma. Todos tipos normales. Tipos normales que se decidieron por no escuchar a su dios. Sino buscarlo. Dios no habla. Al menos no con palabras. Esas usamos nosotros, justamente, porque no somos dioses. Dios no te mira, solo te deja ser en sus ojos.
Si. Escucho voces. Ahora voy a pensar que ustedes piensan que soy esquizofrénico. Si bueno… un poco capaz. Pero intento disimular, como todos. Voces. Voces que me dicen algo de Newell’s. Puro chamuyo. No entiendo nada. Dicen algo de “duro”. Que se yo… Más política en el deporte. Es guita nomás. No Newell’s… TODOS.
domingo, 30 de enero de 2011
sábado, 22 de enero de 2011
Trash
4 locos navegando por el desierto y la montaña, sin ventana, con peligro… Sucios, desnudos y pobres. Blondie de fondo. Fue lo único que no se llevaron. Les faltaba punk. Call me! Vidrios al costado y bajo los pies. Manchas de caca. Una mochila agujereada. Nafta berreta y un guardabarros que suena a bicicleta con una cucharita de helado en los rayos. Trash. Un boludo al lado inventado letras de canciones solo con mi nombre como palabra, imitando lo que se escucha. Trash.
EDGE II
Mi cuadernito lleno de arena. Una playa de nombre eclesiástico. Cosas raras que pasan y no se como interpretar. El sol que dibuja sombras en la arena. Ausencia total de chongos que nublen la mente. Me siento intoxicado. Extraño mis verduras y mi voluntad de poder. Franco me dijo anoche algo de conocerse. Que la introspección no es hacerse la cabeza. Yo ya no se cuál es la diferencia. Leo “el libro de arena” y no entiendo un pomo. Ser feliz no cuesta nada. Es una cuestión de fe. Una actitud. Pero es tan falsa como la verdad. Tan volátil como la mentira. Y la utopía que significa, la imagen onírica, el eterno retorno de la espiral del tiempo. Fritz te dice que el budismo es nihilista. Tiene razón. La vida es sufrimiento, y el deseo su motor. Ludovica te dice que vuelvas al yoga y a la alimentación ayurvédica. Lo más curioso de todo es que el cuerpo te lo pide. Los chicos no entendían que necesitaba irme para poder volver. Porque ya no estaba allá. Ahora es como que tampoco estoy acá. Y justo en el pensamiento suicida te tapa una sombra. Me agota buscar significados. No quiero más tener que pedir abrazos. No quiero más tener miedo de darlos. Aun sabiendo que soy rechazado.
EDGE
La posibilidad de tener la certeza de no haber significado nada, de ser prescindible. Flashear que el único que me quiere es mi narcisismo intrínseco… y a veces ni eso. Que soy mi propio psicólogo. Y que encima carezco de objetividad. Además de no creer en la veracidad, y mucho menos en la objetividad, de un psicólogo. Sentir que el deseo se apaga. Ver nacer el nihilismo y rechazar la resignación encaprichándome. No descansar. No vivir ni dejar morir. Quererlo todo y una vez tenido odiarlo. “Olvidarte es más difícil que aguantarte”. La gitana te advirtió de la envidia. Envidia que solo acepto en el lápiz y el papel. Envidia no es amor. No se amar. Me pregunto si alguna vez me amaron y lo único que surge de respuesta es la duda. Y como que la duda ya no es suficiente. Aborrezco parecer depresivo. Ni te cuento serlo. Pero mi felicidad siempre es efímera, finita, manipulada, buscada, premeditada. Excepto cuando dejo de pensar. Cuando de veras dejo al momento sorprenderme. Todavía no se lo que quiero. Solo se que me siento solo a pesar de estar rodeado de gente. Que siempre me sentí solo, fuera de lugar, incomprendido e inabarcable. Todavía no se que es lo que me motiva a seguir. No hay miedo a la muerte. No hay búsqueda de nuevas adicciones. Si solo tengo ganas de dormir… ¿por qué no dormir eternamente?
I-Ching
Darse cuenta del poder del dejar pasar. Del ver que la envidia no es deseo. Es el pasado. Descubrir el futuro en el presente, y que el futuro es el deseo de compartir. De seguir creciendo. Tener paciencia. Paciencia de la expectativa que no es más que eso. Una ilusión a futuro que nunca llega. Una negación al disfrute y goce del presente eterno que fue un par de caricias. Un manoseo con indulgente aire de inocencia de sueño húmedo. Un poema que asocia libremente la realidad en un silloncito en una terracita… todo chiquito ante la inmensidad de un fondo negro de flashes diminutos fractalizados en el flash único y enorme me estoy comiendo. Y doy gracias pero igual quiero más. Otro manoseo, obligado, miedoso. Inseguro. Una llamada de atención constante fruto de la inseguridad solo basada en la seguridad absoluta de la finitud de algo que nos gusta llamar amor y que se desvanece tan rápido como lo que dura pronunciar la palabra, dicha en vano tantas veces, y esperando una respuesta recíproca y correspondida. Se gasta. La palabra RESTA. Mata lo que le da vida. RESTA. DESEO.
Madre y padre primordial de ese despertar de suspiros y sollozos aniñados en el adulto que no quiere ser. Caricias cómplices que se acaban. De esas que hablan más que las palabras. De esas que confunden porque despiertan cosas. Carecen de palabras, protocolos y modismos. Nada más que el sentir. El respirar con ruido a playa mansa y sentir miedo. Dar miedo. Saber que el otro está pensando más no saber en qué. Que te digan basta sin palabras. Con esos hechos que duelen y de los que no hay catarsis – Es que no hay catarsis para lo que es mandado más que la concreción del hecho – La mentira que intenta opacar el miedo y es alimento del ego ajeno que perpetúa el autoengaño tan seguro de acabar en desengaño que deja al concepto de “relación” con ventaja. “Al paciente todo le llega”. Román te dice, como el i-Ching: “por algo será”.
Ahorrar y ahogar sesiones de psicólogo en vasos de fernet. Despertarte al otro día queriendo escapar… y seguir cansado. Cansado de los bastas sin palabras. Cansado de tener una colección de amores en empaques originales que pierden el valor en cuanto se abren. DESEO. Buda… te saludo tres veces.
Madre y padre primordial de ese despertar de suspiros y sollozos aniñados en el adulto que no quiere ser. Caricias cómplices que se acaban. De esas que hablan más que las palabras. De esas que confunden porque despiertan cosas. Carecen de palabras, protocolos y modismos. Nada más que el sentir. El respirar con ruido a playa mansa y sentir miedo. Dar miedo. Saber que el otro está pensando más no saber en qué. Que te digan basta sin palabras. Con esos hechos que duelen y de los que no hay catarsis – Es que no hay catarsis para lo que es mandado más que la concreción del hecho – La mentira que intenta opacar el miedo y es alimento del ego ajeno que perpetúa el autoengaño tan seguro de acabar en desengaño que deja al concepto de “relación” con ventaja. “Al paciente todo le llega”. Román te dice, como el i-Ching: “por algo será”.
Ahorrar y ahogar sesiones de psicólogo en vasos de fernet. Despertarte al otro día queriendo escapar… y seguir cansado. Cansado de los bastas sin palabras. Cansado de tener una colección de amores en empaques originales que pierden el valor en cuanto se abren. DESEO. Buda… te saludo tres veces.
¿Tenés algo para el blog?
Y por momentos surge la pregunta "¿tenés nuevo material?". Que sí, tengo. Pero... ¿Qué pasa cuando la privacidad te ataca? Cuando no podés hablar. Cuando sabés que duele. Cuando también te hiciste la cabeza y las dos caras te abren la posibilidad del ser o no ser así. Cuando algo no fue más que un engaño. Cuando la verdad pierde valor. Cuando el futuro deja las conjugaciones y se transforma, primero en presente y luego en un pretérito condicional. Después te acordás de las autopromesas. Empezas a escuchar el llamado, el instinto. Nada se pierde. Todo se transforma. Y lo material, finito y borrable, se convierte en recuerdo. Y el recuerdo en condición. Y la condición en causa y efecto. Y el círculo se materializa de nuevo, espiral que se abre o se cierra. El tiempo deja de ser tirano. Domina la paciencia y la expresión. El recuerdo de lo que no fue. Abrir los ojos y correr. Tomar la desgracia con gracias. Todo... es por algo.
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