“There's a feeling I get when I look to the west,
And my spirit is crying for leaving.
In my thoughts I have seen rings of smoke through the trees,
And the voices of those who stand looking.
Ooh, it makes me wonder,
Ooh, it really makes me wonder.” Stairway to heaven – Led zeppelin
La versión es pedorrísma. Esa onda re quemada de bossa ‘n stones. Si… de esas que dijimos para quedar bien con todo el mundo. Pero el contexto… parece un cuadro: El arcoíris en las nubes, la piel curtida por el día en el sol y la arena. El contorno de un chavoncito a lo lejos, dejando una estela en el agua cuando se zambulle. Un botecito. Ahí, cerca de él. Y todos se van volviendo sombras. Se pierden los colores. Un poco de mosquitos que incomodan. Un pucho lento entre los dedos y unas “tía maruca” que te empastan. Un silencio hermoso acompañado de una cerveza de última hora que mata una espera. Es un cuadro. Sentados bajo una sombrilla publicitaria en un deck a la altura suficiente y necesaria para contemplar la particularidad de lo cotidiano. Todo más naranja. Y sobre todo esa sensación de saber que estas construyendo un recuerdo muy difícil de querer alguna vez siquiera pensar en que cabe la posibilidad de olvidarlo. El eco de una risa por celular. Demorar en agarrar los pasajes para sumergirnos en la oscuridad de un barquito cubierto mientras el sol se terminar de esconder. No hay luces. Algunas voces cansadas. Unos roces cómplices y mucha, mucha serotonina. De la natural. De la regulada. De la “con vos”.